Hablar de Jamaica habitualmente hace pensar en Bob Marley y reggae. Pero por supuesto, cualquier simplificación suele ser mala. Jamaica musicalmente ha evolucionado al dancehall, y el país caribeño también es café, es ron, es historia (la de los británicos trayendo esclavos, lo que explica que sea el mayor país “angloparlante” de Centro y Suramérica, y que el 90% tenga acendencia africana), es selva y son playas.
El descubrimiento del que más disfruté cuando visité la isla en semana santa fue la sensación de naturaleza salvaje en forma de selvas y playas desérticas. Hay que decir que la mayoría de turistas se mueven en circuitos, van en minibús del aeropuerto al resort y a algunas atracciones turísticas, como cascadas, algunas mansiones, o el mausoleo de Bob Marley. Sin embargo, si uno encuentra un chollopara visitar la isla caribeña, merece la pena alquilarse un coche y recorrer las carreteras, con lo que se pueden encontrar auténticas perlas:
Reggae beach
En las ciudades de la franja norte como Mo’bay u Ocho Rios hay playas urbanas abarrotadas, pero por toda la costa hay algunas playas semidesérticas, donde por unos 4€ puedes disfrutar todo el día de playas tranquilas y limpias, con pequeños chiringuitos donde disfrutar de una Red Stipe. Una de ellas es Reggae Beach, pero también hay otras como la Turtle Beach o la James Bond Beach (llamada así por la mansión que tenía Ian Fleming, actualmente un hotel).
Treasure beach
Perdida en el sur, en una zona sin desarrollar turísticamente se encuentra esta maravilla. Consta de dos playas, separadas por unas rocas y un pequeño embarcadero. En la zona este sólo hay un restaurante, un poco bohemio, el Jack Sprat, con fantástico pescado y pizzas; y en la oeste hay un par de pequeños hoteles y algún chiringuito al más puro estilo español (copas, música y algo para picar). Lo único malo: la fuerte corriente te puede dejar unas millas mar adentro, y en el paseo de vuelta nadando te puede morder un tiburón.
Seven mile beach
Larguísima y fantástica playa enfocada al oeste, con el pueblo de Negril al sur (fotos aéreas). Es un contínuo de hotelitos (una ley local prohibe que sobrepasen a las palmeras) de entre 6 y 40 habitaciones, y puedes recorrer sus restaurantes y bares por la playa. Hay también un par de chiringuitos con conciertos (Bourbon Beach, Risky Business, Kuyaba, etc.), y un domingo noche encontramos un dancehall cerca de la desembocadura del río Negril. Al otro lado de la carretera está el Jungle, un garito muy recomendable para salir un jueves o sábado noche.
Más al sur, aunque lejos de la playa está el West End de Negril, una zona llena de chalés y restaurantes, como el Hungry Lion (tranquilo, bonito y bueno) o el Rick’s Café (interesante, pero muy turístico: terrazas con vistas a la puesta de sol, piscina-bar y gente saltando de las rocas al mar).
Port Antonio
A pesar de que la isla tiene menos de 250km de punta a punta, la calidad de las carreteras, la confusión con las pocas señales que hay, el tráfico, y las travesías por todos los pueblos hace que se necesiten un par de días para cruzarla de punta a punta. Port Antonio es un pueblecito tranquilo situado en el noreste, un clásico lugar de descanso y aislamiento para artistas yankis, que apuesto que deben relajarse en la Frenchman’s Cove o por alguna playa en las faldas de las Blue Mountains. No pudimos ir este año, aunque queda pendiente para un hipotético futuro viaje, a ver si es tan recomendable como cuentan.